Seguro que todos hemos pensado alguna vez sobre esa idea de que la felicidad no es un destino vital, sino más bien, es la actitud con la que se viaja por la vida.
Yo me lo he tenido que recordar un par de veces esta semana y me he dado cuenta de que estos días he visto esa felicidad que desprende la gente satisfecha de si misma en dos personas: Bruce Frederick Joseph Springsteen en el Molinón, cantando, riéndose y disfrutando junto a una multitud de más de 30000 personas y Antonio Braña (mi padre) pescando con su hijo y un amigo en un soleado roquero. Dos personas antogónicas de aproximádamente la misma edad a las que esta semana he tenido la suerte de ver plenamente felices.
El miércoles en Gijón vi a Springsteen en directo por sexta vez, y cuando a eso de las nueve de noche salió caminando lentamente al centro del escenario agasajado por 30000 gargantas enloquecidas, recordé que allí mismo y a la misma hora, pero 20 años antes (1993), me había sentido igualmente hipnotizado por su sonrisa y durante un breve instante había pensado exactamente lo mismo: Ahí está, un tío muy feliz.
Apenas unas horas antes y a escasos kilómetros de allí mi padre colgaba una pequeña chopa (creo que por debajo de la medida) y cuando le iba sugerir que la liberase me miró, sonrió plenamente feliz y me dijo "Esta voy a llevársela yo a Alicia para cenar" (mi hija de dos años, su nieta). Justo en ese momento y de manera fugaz el mismo pensamiento: Ahí está, un tío muy feliz.
Y es que al final da igual que nazcas en New Jersey o en Lugo de Llanera, que seas estrella de rock´n´roll o chapista, gires constantemente alrededor del mundo o nunca hayas salido mucho más allá de tu pueblo, la felicidad está por ahí, y algunas veces si te fijas la puedes encontrar disfraza de pequeños gestos, si tienes esa suerte persíguela, intenta atraparla, a lo mejor un día es ella quien te atrapa a ti.
Llegará el día en el que Springsteen dejará de cantar en directo y mi padre no padrá ir al roquero a pescar conmigo, pero espero no olvidar esos mágicos momentos en la que la felicidad de los dos se dejaba ver.
Por cierto, ese día se dio muy bien, entre los tres sacamos 31 chopas y mi hija Alicia cenó la suya.
Os felicito, no puede existir mayor felicidad que la que estas describiendo me retrae a tiempos pasados también con mi padre pescando en el río para traer unas truchitas y dormir en el monte con los aullidos de los lobos en plena sierra de San Maméd, y lo de tu padre para llevar a tu hija esa chopa eso compañero no tiene precio que cara de felicidad ,no te olvidaras en tu vida.Que envidia "sana".
ResponderEliminarUn saludo y seguid pescando así
Aúpa Jose, si no se pesca, bien pero si se pesca, mejor y si encima lo haces disfrutando cada momento y de la compañía, ya es la leche. Como dice Pepe, yo también me acuerdo de cuando me inicié con mi padre y son momentos imborrables. Sigue disfrutando con esa filosofía.
ResponderEliminarUn saludo, amigo.
Grandísima entrada, continúa con ellas, ya que me identifico plenamente con el blog y tu forma de entender la pesca; a los dos nos flipa la forma de "mayar" de Juan, admiramos al Boss, y al Bosón (de Higgs),
ResponderEliminarSaludos de un físico pescador, que el miércoles también disfrutó de la pesca con el viejo y del concierto en el Molinón.
Pepe y Ramón: Muchas gracias a los dos, la verdad es que da mucho gusto que esto de la pesca sea intergeneracional. Yo tengo una niña que a lo mejor le gusta pescar, pero en quince días mi hermana tendrá un niño (Juan) con el que espero repetir la tradición.
ResponderEliminarDavid: Muchas gracias David, muchas veces de lo que menos escribo es de pesca (porque tampoco sé mucho) y algunas veces termino escribiendo con el pretesto de la pesca de mis "idas de cabeza" y pienso: -"Igual la gente flipa muchísimo con las chifladuras que se escribo", pero si te ha gustado la entrada del Bosón de Higgs objetivo cumplido al haberla escrito.
Gracias por leerlas.
A ver si un día, nos conocemos porque la mezcla de física&pesca no debe de abundar por ahí. ;-)